EL QUIJOTE 2010 - POR LA PATRIA - NOTICIAS - VIDEOS - PPS
  Enrique Avogadro
 



2 de Septiembre de 2012
Sueños y Pirámides

"La democracia no es sólo convocar elecciones: es Estado de derecho, sistema de reglas, poderes separados, prensa autónoma, magistratura independiente." Gianni Vernetti
Quienes nos consideramos adversarios de este Gobierno estamos obligados, por la historia y por la hora, a ofrecer a nuestros conciudadanos algunas propuestas básicas que les permitan soñar y respondan, más allá de cualquier bandería política y centrados sólo en el amor a la Patria y en el sentido común, como herramientas para sacar a la Argentina de este marasmo de sinrazón en el que se encuentra sumida.
Para comprender la urgencia del tema, por el obvio paralelismo con lo que nos sucede, creo que una excelente y, a la vez, imprescindible idea es asistir a una conferencia que diera la Diputada María Corina Machado, una audaz y comprometida venezolana, que describe lo sucedido en su país, tanto en su gobierno cuanto en la oposición. Basta con pinchar en este link –o copiarlo en el navegador de Internet- para llegar a ella: http://tiniurl.com/9aogf4b.
No se trata ya de criticar a la familia imperial, que sólo reprodujo a escala nacional el modelo que ya había aplicado en Santa Cruz y que muchos prefirieron ignorar. Al contrario, creo que lo que pasó, pasó, y no tiene arreglo y, por eso, formulo una propuesta para actuar sobre el presente, para tratar de tener un futuro, como país, como república y como sociedad, en paz y libertad.
En ese sentido, creo que los diez principios convocantes, aún para quienes piensen distinto en los detalles, deben ser:
1. Respetar irrestrictamente la Constitución, las leyes y los contratos.
2. Renovar el federalismo, con su natural correlato en un nuevo ordenamiento fiscal que devuelva a las provincias sus recursos.
3. Afianzar la división de poderes del Estado, con una limpieza profunda del Poder Judicial, para devolver a los ciudadanos la garantía frente a los abusos del Ejecutivo.
4. Recrear los organismos de control del Estado, dando a la oposición el rol que las leyes le atribuyen en la integración de los mismos, y terminar con la influencia de la política en el Consejo de la Magistratura.
5. Aplicar un régimen de “tolerancia cero” a los delincuentes y a las fuerzas de seguridad.
6. Establecer una política fiscal responsable para terminar, en el más breve plazo posible, con el flagelo de la inflación.
7. Recuperar la seguridad jurídica, para que vengan al país las indispensables inversiones, con control estatal de su aplicación y destino.
8. Luchar frontalmente contra la droga y su tráfico, y contra el lavado de dinero.
9. Establecer la obligatoriedad del “juicio de residencia” para todos los funcionarios de alto nivel del Estado al dejar su cargo, para que expliquen y justifiquen su eventual incremento patrimonial.
10. Restaurar la enseñanza pública de excelente nivel, y el principio de autoridad en las aulas y claustros.
Si logramos unirnos detrás de esas banderas, que deberían ser comunes a todos los ciudadanos de bien, podremos convertir a la Argentina en el país que debiera haber sido, dejando de ser éste, un verdadero paria, en el que lo hemos transformado. Esa es la sintética propuesta que contiene “La Argentina que quiero” (http://tinyurl.com/9r9kn4d), ese punto de reunión que hemos creado para aunar esas voluntades dispersas, pero que exigen soluciones inmediatas.
Por lo demás, se están organizando dos marchas cívicas, los días 13 de septiembre y 1º de octubre, a las que resulta indispensable que la ciudadanía concurra, para expresar que no quiere otro país y defender la libertad y la Constitución. Y otra buena idea, que pertenece a Jorge Raventos, es que los gobernadores no oficialistas –Macri, De la Sota y Bonfati- convoquen a sendos plebiscitos en sus provincias, para preguntar a sus habitantes si tienen interés en que se modifique la Carta Magna y se permita la re-reelección de la viuda de Kirchner.
La eterna viuda de Kirchner dijo, esta semana, que creía descender de algún gran arquitecto egipcio. Más allá del delirio faraónico que ello implica, que sucede a su “sentirse Napoleón”, alguien debería explicar a nuestra primera mandataria que su presunto antecesor construyó monumentos que han durado siete mil años, y ni siquiera Hitler, con su Reich de 1000, logró algo parecido.
La encuesta de Management & Feet de la semana pasada, que desnudó la velocidad con que está cayendo la imagen del Gobierno y de la señora Presidente –casi la de un piano en el vacío- no sólo llegó como un huracán destituyente a Olivos, afectando la golpeada psiquis de la primera mandataria, sino que ha llevado a las primeras espadas del cristinismo a acelerar el proyecto de reducir la edad mínima para emitir el voto a los dieciséis años y a otorgar esa facultad a los extranjeros que residen permanentemente en el país.
En el imaginario oficial, toda esa gente –nada menos que tres millones de electores potenciales- se inclinaría por los candidatos del Gobierno, permitiendo a éste alcanzar el indispensable umbral del 40% y, con ello, mejorar las hoy remotas chances –salvo que otra vez prime la estupidez o la codicia de los opositores- de obtener los dos tercios de los votos totales que la Constitución exige para su modificación. Demás está decir que, desde las usinas de la Casa Rosada, también se está motorizando la difusión de la teoría que pretende que, donde dice “totales”, debe entederse “presentes”; supongo que eso permitiría a muchos legisladores con súbitas afecciones prostáticas intentar quedar bien, como sucedió durante la sanción de la confiscación de Ciccone, con Dios y con el diablo, ya que les daría la posibilidad de dar quórum, como necesita el Gobierno, e irse al baño a la hora de votar.
Sin embargo, quienes están militando a favor de esos peregrinos proyectos –pretender que es sano votar a los 16, cuando la mitad de los estudiantes secundarios no consiguen entender lo que leen es, cuando menos, una infamia- parece que no han prestado demasiada atención a un dato concreto de la tan preocupante encuesta: la mayoría de los jóvenes se inclina por Mauricio Macri, no por doña Cristina. Y esto es comprensible, ya que en su casa y en el colegio perciben que el dinero ya no alcanza, que la inseguridad los afecta en directo y los asquea la descarada corrupción de los funcionarios, casi tanto como la falta de entonación de Guita-rrita cuando canta, aunque lo haga acompañado por un granadero de uniforme.
A pesar de la conspicua ausencia de la inseguridad en todos los discursos oficiales, salvo cuando se la menciona como “sensación”, se trata del mayor problema de la época, tal como muestra el relevamiento mencionado: nada menos que el 84,1% lo considera así. El segundo es, obviamente, la inflación, y la corrupción está comenzando a subir rápidamente en el ranking. Por explicables razones, la señora Presidente no habla de ninguno de los tres, mientras fustiga a sus gobernados con sus prolongadas diatribas en cadena.
Debemos plantarnos frente a este relato, y decir la verdad. Más allá de la natural adhesión que generan las políticas clientelísticas sobre los más necesitados, y con una profunda confianza en su instinto profundo, Pero, para que eso funcione, debemos explicar a esos presuntos votantes del oficialismo prebendario cuánto debe su miseria actual al populismo del Gobierno. Contar, en cada barrio y en cada villa, que las privaciones que padecen, que el temor a perder lo poco que tienen y hasta el empleo se debe, exclusivamente, a las políticas pseudo progresistas que el cristinismo aplica.
Tenemos que salir a difundir la verdad. A relacionar las inversiones con el progreso, con la educación, con el trabajo, con el salario, con la vivienda, y contarle a quienes lo ignoran que, sin ellas, nada de eso será posible, que cada vez serán más pobres. Nadie, en su sano juicio, pretende que el Estado desaparezca, pero sí que cumpla sus roles específicos, aplicando políticas que tiendan al desarrollo común y armónico; pero tampoco que se haya transformado, otra vez, en el monstruo capaz de consumir todo esfuerzo y toda iniciativa individuales, sometidas al solo arbitrio de los funcionarios de turno.
Para concluir, citaré a Cicerón quien, cien años antes de Cristo, dijo: “El buen ciudadano es aquél que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”. Parece mentira que, veinte siglos después, aún no lo hayamos aprendido.
Bs.As., 2 Sep 12
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. +54 (11) 4807 4401/02
Fax +54 (11) 4801 6819


27 de Agosto de 2012
La Cama está Hecha
“Se promulgan demasiadas leyes, se dan demasiado pocos ejemplos”.
Saint Just

Una vez más, como he hecho con otros libros que considero fundamentales, me permito recomendarle “El Emperador”, de Ryszard Kapuściński (Anagrama, 2008), un reportaje breve que el genial periodista polaco realizó a quienes sobrevivieron al final del reinado y al derrocamiento del Rey de Reyes, Haile Selassie, en Etiopía. Esta sugerencia, como no podía ser menos, se debe al enorme parecido que los métodos de ese prolongado período tienen con nuestra Argentina cristinista; para verlo, bastará con cambiar el sexo del personaje y, eventualmente, la ubicación geográfica, pero ésta no tiene ninguna importancia.
Tal como vine anunciando desde hace varias notas, el Gobierno y sus ideólogos, haciendo caso omiso del fracaso mundial de esas políticas y de esas filosofías, pretende cambiar nuestro estilo de vida de raíz, modificando el Código Civil y la Constitución Nacional para que acompañen y legalicen el camino hacia el “socialismo del siglo XXI”, que ayer mismo sufrió un golpe fuertísimo con la explosión de la destilería venezolana, debida tanto a la planificación stalinista como a la falta de mantenimiento que las expropiaciones del tirano Hugo Chávez Frías han transformado en habitual en las empresas estatizadas.
Si bien es cierto que el “modelo” no tiene un candidato alternativo a la viuda de Kirchner, lo real es que el tema de la re-reelección es una cortina de humo para que la sociedad se engañe, se encandile ante la cuestión, y no se detenga a discutir lo fundamental, es decir, la confirmación constitucional del centralismo unitario, el avance del estatismo y la simétrica limitación a las libertades individuales. La generalizada indignación que levantaron las declaraciones de los inefables Alak y Anímal Fernández respecto a la apertura de los countries -¿cuánto bajó el precio de esos inmuebles ese día?- se ha visto justificada por el proyecto que anida en las metas del Ministerio de Planificación de imponer las necesidades del Estado sobre el derecho de propiedad. Si la reforma de la Carta Magna se aprueba, ¿no es razonable pensar que, en algún momento, se nos obligará a compartir nuestras viviendas, como sucedía en la Rusia comunista?
Las experiencias de la Ley de Medios, de Aerolíneas Argentinas, de la propia YPF que, convertidas en leyes por el infantilismo o la comprada complicidad de algunos de nuestros representantes legislativos, luego desnudaron las verdaderas intenciones de la Casa Rosada, no impidieron que diputados y senadores supuestamente opositores levantaran la mano para acompañar al Gobierno en su esfuerzo por proteger a Guita-rrita y sus amigos o, con una pretensión “ponciopilatesca”, se fueran al baño a la hora de votar. Hubo hasta quien, a los gritos, denunció las maniobras de cobertura del Vicepresidente que doña Cristina había mandando realizar y, acto seguido, votó a favor de la confiscación.
Estos “idiotas útiles” no han leído, obviamente, las sabias reflexiones de José Enrique Miguens, que volcó en su artículo “Darse cuenta”, que no me cansaré de recomendar y ofrecer a quien lo pida.
Que ese debate legislativo, insólitamente presidido en el Senado por la pétrea sonrisa del imputado, ha hecho mella en el ánimo de su protectora es ya un secreto a voces. Ayer, el diario Perfil, que no puede ser imputado de integrar la “corpo” de Magnetto, lo puso en blanco sobre negro, al anunciar que el sanatorio Fleni, especializado en problemas neurológicos, había sido puesto en alerta a raíz de la lipotimia que, al menos en teoría, afectó a la señora Presidente; esa extraña precaución tendría explicaciones más graves, física e institucionalmente hablando, que un mero bajón de presión.
El affaire en cuestión que, por supuesto, no es el mayor –en cuanto a dinero en juego- ni tal vez el más grave caso de corrupción kirchnerista, ha permitido que ésta se haya, finalmente, hecho carne en las preocupaciones de la ciudadanía, ya que su aparición coincidió con la retracción económica, con el incremento de la inseguridad y con la inocultable inflación; es más, la burla y el desprecio por el sentido común que llevaron al Indec a anunciar que se puede comer por seis pesos diarios, produjo tal indignación general que facilitó que este negociado penetrara aún más profundamente en la conciencia de todos.
La utilización de la Afip-Dgi como agencia de represión, desnudada en la entrevista telefónica que Nelson Castro hiciera a Eliseo Subiela, sirvió para que muchos aliados de hoy pusieran las barbas en remojo. El afectado director de cine, sin vergüenza alguna, invocó su condición de ex montonero y de aliado del Gobierno para pedir que no se lo persiguiera más, convalidando así que se usara a la agencia recaudadora como arma contra quienes no pudieran exhibir un pasado tan afín. ¡Notable “sincericidio”!
Ese mismo sesgo maniqueo de las políticas gubernamentales, que ha colonizado a la Justicia y a todos los organismos de derechos humanos ha sido el causante del silencio y de la insólita ausencia de éstos en el homenaje de los familiares a las víctimas del crimen –nótese que no uso la palabra tragedia- de Once. Las palabras de la madre de uno de los muertos (“a Cristina no le importamos”) y la comprobación de que nada ha cambiado desde febrero, también han incrementado el descontento entre quienes han sido, tradicionalmente, los “fidelizados” clientes del “modelo”. ¡Es que ya el “relato” no resulta suficiente para sostener la fantasía!
En medio de tantas desmesuras y de tantas iniquidades, sin embargo, han surgido luces de esperanza respecto al futuro, de la mano de un grupo de legisladores, de distintas procedencias políticas, que han decidido unificar la acción para oponerse al avasallamiento que el Poder Ejecutivo continúa llevando adelante sobre las instituciones de la República. Y varios partidos políticos están encaminándose hacia una posición común de cerrada negativa a la reforma de la Constitución. Es de esperar que ambas iniciativas prosperen y se termine así, por falta de trascendencia hereditaria, esta negra etapa.
Pero, tratándose de un proyecto que se mira permanentemente en el espejo de Venezuela, como lo hacen Bolivia, Ecuador y Nicaragua, no debemos hacer oídos sordos al descarnado anuncio que formulara esta semana el gordo papagayo caribeño, cuando predijo que, si la oposición ganara en octubre, habrá guerra civil en su país.
Desde mis primeras notas, en el lejano 2005, vengo sosteniendo que a los Kirchner no podríamos sacárnoslos de encima ni siquiera con votos. Los meta-mensajes del Vatayón Militante con las salidas de los presos más peligrosos, los violentos incidentes provocados en Córdoba para castigar las posturas independientes de De la Sota y su foto con Macri, la omnipresencia de la Tupac Amaru en el Noroeste argentino y las huestes que están formando Pérsico y D’Elía, confirman esta opinión, ya que son piezas importantes del proyecto de constituir milicias populares que, al mejor estilo chavista, desalienten y enfrenten la protesta, aún cuando ésta sea pacífica; como sucedió con el acto de Moyano, el retiro de la Policía tenderá a sembrar más miedo aún.
Para comprender las razones de estos movimientos, y darles la verosimilitud necesaria, basta con recordar cuánto se juegan, tanto en proyecto político cuanto en patrimonio y libertad, quienes integran el actual elenco gubernamental en los tres poderes del Estado.
Es necesario, entonces, que quienes pensamos que otro futuro es posible, que es necesario recuperar la República, juntemos nuestros esfuerzos y nuestras voces, tan dispersas hoy, en un programa de acción común que, a fuerza de número, impida la continuidad de este rumbo ruinoso que el Gobierno pretende que la patria transite. A riesgo de resultar reiterativo, le invito una vez más a unirse a “La Argentina que quiero” (http://tinyurl.com/9r9kn4d), que contiene las propuestas que creo necesarias ese objetivo; cuando seamos suficientes, podremos sentarnos en la mesa de la futura Hora del Pueblo a negociar una plataforma básica común.
De usted depende que lo logremos. Es obvio que no basta con protestar en nuestros pequeños círculos individuales -o con escribir para pocos, como yo mismo hago- y que, para poder encarar el futuro con dignidad, con respeto, con paz, con salud, con educación, con seguridad, todos y cada uno resultamos imprescindibles. Debemos impedir que el Gobierno nos imponga el silencio del miedo y nos obligue a dormir en la cama que ha tendido. Debemos defender nuestras creencias y, sobre todo, nuestra libertad, hoy tan comprometida.
Bs.As., 26 Ago 12
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. +54 (11) 4807 4401/02
Fax +54 (11) 4801 6819


20 de Agosto de 2012
Becando al Verdugo
“Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada” Edmund Burke

Por estos días, el asombro que este Gobierno me provoca desde su mismo origen se ha trasladado a la ciudadanía y, sobre todo, a su clase dirigente. Los gobernadores, los empresarios, los políticos opositores, los líderes sindicales no solamente ven cómo se destruye desde la Casa Rosada a todos quienes osan tan sólo abrir la boca para comentar los problemas del “modelo” sino que facilitan a la señora de Kirchner, en forma permanente, los medios necesarios para continuar haciéndolo; parecen ignorar, mientras le siguen regalando la soga, que sin dudas serán los siguientes en comparecer en el cadalso.
Cómo se podría explicar que esos gobernadores, cuyas provincias habían logrado la propiedad de sus subsuelos, hoy permitan que doña Cristina y Kiciloff les quiten, de un plumazo, esos derechos que les otorgó la Constitución? ¿Cómo encuentran argumentos para dejar solos a los mandatarios de Córdoba y Corrientes, cuando éstos reclaman nada más que los fondos que pertenecen a sus gobernados y que la Nación, porque sí, les niega día a día? Realmente, ¿no saben que, cuantos menos recursos propios tengan, más dependientes de la voluntad central serán? Esos mismos gobernadores que hoy, para evitar los problemas de corto plazo que adrede les genera el “cristinismo” para dominarlos, deben pedir limosna a la Casa Rosada, ¿por qué se prestan a acudir presurosos a Buenos Aires para aplaudir la ceremonia de inauguración de la misma horca en que serán ejecutados por esta banda de pseudo-montoneros de Puerto Madero (¡gracias, Julio Bárbaro!)?
¿Y qué decir de los representantes de esas provincias y de sus pueblos que, a despecho de esos intereses que deberían cuidar, festejan y se congratulan, se abrazan y se besan en las cámaras legislativas cada vez que entregan más resortes de dominación al Poder Ejecutivo nacional? A sólo título de ejemplo, ¿Heller y Filmus, que en teoría la representan, están tan convencidos que jamás podrían gobernar Buenos Aires como para dinamitar el único banco estatal –el Ciudad- que realmente funciona bien?
De don Carlos Saúl no se podía esperar otra cosa que esta triste y final decadencia pero, ¿qué llevó a los senadores por Salta, Romero y Escudero, a dar su voto a la privatización de Ciccone, que nadie sabe de quién es? ¿Por qué hizo lo mismo Juez, sin miedo a incinerarse? ¿Cómo permitieron los miembros de la Cámara alta que Guita-rrita presidiera esa bochornosa sesión? Nuestro Congreso ha perdido tanto su honorabilidad y sus objetivos, a fuerza de ponerse bonetes o ceder ilegalmente facultades al Ejecutivo, que ya no debería llamar la atención la conducta de las bancadas opositoras que, por mezquindad o por infames cálculos políticos, acompañan alternativamente las iniciativas que llegan desde la Casa Rosada con la expresa exigencia de no aceptar la modificación de una coma. ¿No han visto los efectos que, sobre sus propios representados, ha tenido la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, que trajo aparejados el saqueo a las reservas y la emisión sin límites, causantes de la inflación? ¿Por qué no hacen nada –aunque sea gritando- cuando el oficialismo impide la constitución de las comisiones que deben controlar al Ejecutivo, como es el caso de la Ley de Medios? ¿Festejan hoy del mismo modo que cuando sancionaron la confiscación de Aerolíneas Argentinas, que dilapida ya tres millones de dólares diarios, sin control de ningún tipo?
Que Picchetto o Rossi se rían cuando consiguen aprobar, año tras año, la extensión de los “superpoderes” invocando una ya injustificable emergencia económica nacional es razonable, pero que los legisladores, que han contemplado durante la última década cómo se los usaba para discriminar a sus provincias en materia de obras públicas o de aportes del Tesoro, se pongan tan contentos en las mismas circunstancias permite pensar que sigue funcionando la “banelco” oficial para comprar voluntades, cuando éstas no ceden ante un simple “carpetazo” que trae al presente un irresistible archivo. ¿O, por el contrario, están mirándose en el espejo de Venezuela o de Rusia, donde van a prisión los opositores a la tiranía disfrazada de democracia?
En lo que a la Corte Suprema se refiere, las cosas no andan mejor porque ¿cómo no pone el grito en el cielo, o en el Congreso, cuando el Ejecutivo desobedece sistemáticamente sus sentencias? ¿Cómo sus miembros admiten que continúe formando parte del alto Tribunal alguien tan sospechado de colaboración con la prostitución como el Juez Zaffaroni, sin mandarse a mudar indignados? ¿Por qué no usan sus facultades de superintendencia para limitar a los jueces federales, tan corruptos ellos? ¿Cómo sus ministros no piden el juicio político de Oyarbide, con sus anillos, haciendo de río Jordán para la inexplicable riqueza de los Kirchner? ¿Cómo toleran que su Presidente, don Lorenzetti, haya dicho que el tema de los derechos humanos es una política de Estado concertada con el Ejecutivo, y siguen permitiendo que se destruya todo el sistema jurídico –principios de legalidad, de inocencia, de ley anterior al hecho del proceso, etc.- de la República, trasmutando justicia en venganza?
Si posamos nuestra mirada en la primera fila de los habituales aplaudidores de los grandes disparates presidenciales, veremos que allí están sentados los máximos representantes de nuestra industria nacional, encabezados siempre por el inefable De Mendiguren o el recuperado Adelmo Gabbi. ¿Qué creen que les sucederá a cada una de sus empresas y negocios si el “cristinismo” consigue hacer realidad la reforma constitucional? ¿Ignoran que, en ese proyecto, la reelección es una mera cortina de humo (indispensable sí por la falta de herederos del “modelo”) para ocultar la decisión de transformar a la Argentina en una dúplica del “socialismo del siglo XXI”? Si han visto que la viuda de Kirchner no repara en formas legales cuando decide hacerse de una empresa, como lo hizo con Repsol-YPF, con Ciccone y pretende concretarlo con Cablevisión, ¿por qué suponen que serán tratados de distinta forma si el apetito del Gobierno se centra en sus propias compañías? ¿No aprendieron cuando vieron que hasta Rudy Ulloa se fundió cuando Cristina le bajó el pulgar, o qué pasó cuando Lázaro Báez o Cristóbal López o Ferreyra (Electroingeniería) o los Eskenazi o hasta el mismo Magnetto dejaron de pertenecer al círculo áulico de la mesa chica de Olivos?
Cuando ven que Patotín, sin escribir nada pero con enorme poder de decisión, les informa que pueden continuar produciendo en la medida en que los habilite a importar los indispensables componentes, ¿no les corre frío por la espalda? Cuando toleran con grandes sonrisas y sin ponerse colorados que el mismo funcionario los veje en público con amenazas físicas o mentando a sus mujeres, ¿no se dan cuenta que son ellos mismos quienes lo bancan para que se construya diariamente? ¿Cómo algunos aún se suben encantados a los bochornosos charters que los llevan a imposibles mercados fantasmas?
¿Y los sindicalistas? ¿No se fijaron qué hace doña Cristina con quienes fueron, hasta ayer, sus indispensables aliados? Si los reclamos de mínimos no imponibles o fondos sociales son los mismos, ¿qué les garantiza que la Casa Rosada no los mandará presos cuando deban disentir con ella, presionados por sus bases? ¿Los casos de Moyano, Zanola o Pedraza no les dicen nada?
Todos, todos ellos, siguen haciendo sus diarios aportes para que el poder cada vez se concentre más. Diariamente, con dinero o con presencia, con complacencia o tolerancia, empujan más resortes políticos y económicos hacia ese voraz agujero negro espacial en que se ha transformado el “cristinismo” y su guardia personal, La Cámpora. Así, con prisa y sin pausa, siguen becando al verdugo que los ejecutará cuando la Casa Rosada así lo exija; parecen ignorar que, al final, irán por ellos mismos, ya que los antecedentes de lealtades, concesiones y acompañamientos no tienen, en este “modelo”, importancia alguna a la hora de decidir los exterminios.
A pesar de la forma en que la Argentina desgasta siempre las ilusiones, estoy convencido de que aún estamos a tiempo de corregir este nefasto rumbo, diseñado por el miedo y la corrupción. Anoche mismo, Jorge Lanata publicó en su programa de televisión un informe sobre la situación en Formosa, un feudo cuyo Gobernador –hace 25 años- apañada por Cristina Fernández de Kirchner, ejecuta políticas similares a las que denunciara en mi vieja nota “Genocidas” (http://tiniyurl.com/9qt37r4), y de tantas otras que figuran en mi blog; tal como dije entonces, el “cristinismo” es un estadio muy superior de la corrupción nacional.
No podemos regalar a esta banda que ha asaltado el poder el país en el que queremos vivir, y en el que queremos que nuestros hijos y nietos vivan. Al menos, yo no lo estoy. Es por eso que lo invito a sumarse a una nueva epopeya; hoy le pido poco: que ingrese a “La Argentina que quiero” (http://tinyurl.com/9r9kn4d), lea allí las propuestas formuladas, las critique, las perfeccione y, cuando llegue el momento, acompañe con su presencia y hasta con su voto esta tentativa de recuperar la República, sus instituciones y la verdadera libertad de todos los habitantes de este suelo.
Bs.As., 20 Ago 12
Enrique Guillermo Avogadro
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